7 de April de 2020 por John Fernandez
La enfermedad renal crónica: Usted puede estar en riesgo y no saberlo
Los sellos distintivos del estilo de vida estadounidense, que incluyen el alto consumo de alimentos procesados y azucarados, los bajos niveles de actividad física y la privación crónica del sueño, están alimentando una creciente prevalencia de presión alta, síndrome metabólico y diabetes. Y estos factores de riesgo pueden contribuir a la enfermedad renal crónica.
Alrededor de 1 de cada 3 adultos con diabetes y 1 de cada 5 adultos con presión alta pueden tener enfermedad renal crónica (CKD por sus siglas en inglés), según los Centros Para el Control y la Prevención de Enfermedades de los EE.UU. (CDC por sus siglas en inglés). Mañana, 14 de marzo, es el Día Mundial del Riñón, una campaña a nivel global que se enfoca en la importancia de reducir la frecuencia y el impacto de la enfermedad renal.
Los riñones sirven como el sistema de filtración del cuerpo. Sin embargo, cuando no estos funcionan adecuadamente, el cuerpo puede esforzarse más para eliminar los líquidos y el desperdicio. En casos extremos, la enfermedad renal crónica o CKD, puede llevar a la necesidad para la diálisis o para un trasplante de riñón con el tiempo.
Si usted tiene un riesgo mayor para la enfermedad renal crónica, su médico de atención primaria probablemente monitoreará su presión sanguínea y le hará dos pruebas simples para detectar las señales tempranas de una función renal anormal. Una de ellas es un análisis de orina que detecta la presencia persistente de proteína en su orina. Cuando sus riñones están dañados, estos no filtran la proteína adecuadamente, causando que esta se escape en su orina. La otra es una prueba de sangre para chequear la creatinina, un residuo de la actividad muscular. Los resultados se utilizan para estimar su índice de filtración glomerular (GFR por sus siglas en inglés) – una medida de su función renal.
Otra señal importante que buscan los médicos es la hematuria, la presencia de células de sangre en la orina.
“A menudo las personas no tienen síntomas”, dijo Juan Kusnir, M.D., nefrólogo con Baptist Health South Florida. “No tienen nada que levante una señal de alerta que les haga decir, “Oh debo ver a un médico de los riñones’”.
Sin embargo, el Dr. Kusnir añade que existen síntomas que la gente debe conocer. “Pueden tener inflamación (especialmente en los pies y en los tobillos). Pueden tener un aumento repentino en su presión sanguínea. Pueden tener sangre en la orina. O pueden darse cuenta que su orina está cambiando. La orina puede ponerse bastante espumosa”.
La medicina preventiva es la clave, dice el Dr. Kusmir, cuyos pacientes les fueron referidos primordialmente de los médicos de atención primaria luego de análisis de sangre y de orina y otros exámenes.
“Lo bueno es que estas pruebas no son muy invasivas”, dice Samantha Taghva, M.D.,
doctora de medicina interna con Baptist Health South Florida. “Es algo tan simple como orinar en un vaso, y luego podemos ver muchas cosas. Podemos ver si hay sangre en la orina o si hay proteína en la orina. Y esa es la buena noticia. Estas pruebas son muy fáciles y rápidas”.
He aquí los pasos que debe tomar para mantener sus riñones saludables por más tiempo, según el National Institute of Diabetes and Digestive and Kidney Diseases:
- Escoja alimentos con menos sal (sodio.
- Controle su presión sanguínea.
- Mantenga sus niveles de azúcar en la sangre controlados, si tiene diabetes.
- Limite la cantidad de alcohol que consume.
- Escoja alimentos que sean saludables para su corazón: frutas, vegetales, granos enteros y productos lácteos bajos en grasa.
- Baje de peso si está en sobrepeso.
- Manténgase físicamente activo.
- No fume.
Las señales y los síntomas de la enfermedad renal crónica se desarrollan con el tiempo. Estos pueden incluir:
- Nausea
- Vómitos
- Pérdida del apetito
- Fatiga y debilidad
- Problemas para dormir
- Cambios en su cantidad de orina
- Una reducción en su agilidad mental
- Calambres y tirones musculares
- Inflamación de los pies y los tobillos
- Una picazón persistente
- Dolor en el pecho, si el líquido se acumula en los pulmones
- Presión alta (hipertensión) que resulta difícil de controlar
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