Aproximadamente la mitad de los ataques cardiacos tienen síntomas que pueden ser confundidos con otros trastornos menos serios de salud, y esto aumenta el riesgo de muerte de una persona.
A menudo se les refiere como “ataques cardiacos silenciosos” porque no tienen las señales tradicionales de un evento cardiaco, tales como dolor o presión extremos en el pecho, dolor punzante en el brazo, el cuello o la mandíbula – o hasta falta de aire.
Es vez, los ataques cardiacos silenciosos pueden producir síntomas como indigestión, nausea, dolores musculares o hasta un malestar que parece ser un caso de influenza.
La fatiga extrema o frecuente o la incomodidad física en general son comunes en las víctimas de los ataques cardiacos silenciosos. Algunas personas que han sobrevivido ataques cardiacos silenciosos recuerdan haber confundido el episodio con un malestar estomacal o con un catarro fuerte acompañado por dolores musculares.
“La gente a menudo se siente bastante normal durante un ataque cardiaco silencioso o sienten alguna incomodidad en el pecho o en general que no es tan intensa como para señalar que hay algo que anda mal”, dice Dean Heller, M.D., [1] cardiólogo con Miami Cardiac & Vascular Institute [2].
Un estudio publicado a finales del 2015 en la revista Journal of the American Medical Association (JAMA) siguió a casi 2,000 personas entre las edades de 45 a 84 años, (la mitad de los cuales eran hombres), quienes no tenían ninguna enfermedad cardiovascular. Luego de 10 años, un 8 por ciento de estas personas fueron diagnosticadas con cicatrices en el miocardio, lo cual esencialmente es evidencia de que ha ocurrido un ataque cardiaco. Sorprendentemente, un 80 por ciento de estas personas que habían sufrido un ataque cardiaco no estaban conscientes de su condición. En general, la prevalencia de cicatrices del miocardio era cinco veces más alta en los hombres que en las mujeres, según encontraron los investigadores.
Sin embargo, la American Heart Association dice que las mujeres que sufren ataques cardiacos silenciosos tienen a tener resultados mucho más serios que los hombres. Generalmente, las mujeres no sufren los síntomas clásicos de los ataques cardiacos asociados con los hombres, tales como dolor intenso en el pecho. Los estudios recientes han encontrado que las mujeres pueden sufrir síntomas de un ataque cardiaco con dolor e incomodidad menos intensos, en comparación con los hombres.
Conozca sus factores de riesgo
La mejor manera de evitar los ataques cardiacos silenciosos, o los que no son silenciosos, es hacerse chequeos regulares con su médico de atención primaria para determinar si usted tiene los factores de riesgo para la enfermedad cardiaca, incluyendo presión alta, diabetes y alto colesterol.
“Es importante estar al día con esas lecturas que determinan su riesgo para la enfermedad de las arterias coronarias”, dice el Dr. Heller. “Si usted sabe que tiene un riesgo elevado, tiene menos probabilidad de no hacerle caso a las señales menos obvias de un ataque cardiaco”.
Los ataques cardiacos silenciosos son usualmente detectados con un electrocardiograma (EKG) o un ecocardiograma, los cuales pueden determinar si existe algún daño al músculo del corazón. Otro método es una prueba de sangre para detectar las huellas moleculares de la troponina T, una proteína que sueltan las células cardiacas lesionadas. La prueba de troponina T se usa en los departamentos de emergencia para los pacientes que llegan quejándose de síntomas de un ataque cardiaco.
Además de la hipertensión, la diabetes y el alto colesterol, los factores de riesgo para un ataque cardiaco silencioso son los mismos que para un ataque cardiaco con síntomas más obvios. Estos incluyen: el tabaquismo, un historial familiar de enfermedad cardiaca, la falta de ejercicio y estar en sobrepeso.
Los síntomas ‘silenciosos’
Los ataques cardiacos silenciosos pueden tener uno o más de estos síntomas en varios niveles:
- Incomodidad en el centro del pecho. Esto puede durar varios minutos o puede irse y volver. Puede sentirse como presión o como dolor. La intensidad puede variar.
- Incomodidad en las áreas superiores del cuerpo, tales como en uno o en ambos brazos, la espalda, el cuello, la mandíbula o el estómago.
- Falta de aire antes o durante el dolor o la presión en el pecho.
- Sudores fríos, o sentir nauseas o mareos.