La obesidad tiende a heredarse en las familias, indicando una posible causa genética.
Sin embargo, la meta de encontrar el “gene de la gordura” está en sus primeras etapas, a pesar de los avances de la investigación científica.
Lo que es mucho más cierto es que los hábitos, tales como comer mal y una falta de actividad física, suelen contribuir más a la obesidad a través de generaciones, culturas y hogares.
“Con frecuencia, veo la obesidad en diferentes generaciones” dice Anaisys Ballesteros, D.O. [1], quien practica medicina familiar como miembro del Baptist Health Medical Group. “Es difícil decir si es el apetito, genética o metabolismo. Pero la cultura es algo que usted pasa a sus hijos, y que puede incluir hábitos alimenticios y un estilo de vida sedentario.”
Los practicantes de medicina familiar y médicos de cuidados primarios, están en las primeras líneas ayudando a las familias a evitar condiciones vinculadas con la obesidad, especialmente la diabetes, alta presión arterial, altos niveles de colesterol y otros factores que contribuyen a la enfermedad cardiaca.
Los investigadores científicos por todo el mundo también están haciendo lo que pueden con algún éxito. En julio, un equipo de investigación británico, usó una serie de exámenes para determinar que las personas con ciertos variantes genéticos tenían niveles más altos de la “hormona del hambre” ghrelin en su sangre. Investigaciones anteriores habían mostrado que ghrelin puede reducirse comiendo una dieta alta en proteína, pero se necesitan más estudios.
Desarrollar drogas efectivas para la obesidad ha sido un reto para los fabricantes de drogas. Nadie debe tomar medicinas que pretenden combatir la obesidad sin consultar a su médico, recomienda la Dra. Ballesteros. La obesidad, o simplemente estar sobrepeso, requieren unos análisis de sangre completos y un examen físico para determinar la extensión de los factores de riesgo que podrían estar presentes.
“Hay algunos pacientes que están haciéndolo todo bien para perder peso, pero no importa lo que hacen, les cuesta mucho trabajo”, dice la Dra. Ballesteros, que también fue una dietista registrada antes en su carrera.
En aquellos pacientes, hay que descartar los asuntos de tiroides y hormonales. Además, la opción de hacerse cirugía para perder peso se está haciendo más popular para aquellos que están severamente obesos y no obtienen resultados solamente con dieta y ejercicios.
De acuerdo con los Centros Norteamericanos de Control y Prevención de Enfermedad, más de un tercio de los adultos en Norteamérica (35.7 por ciento) son obesos. La tasa de obesidad se ha duplicado desde 1980. Un índice de masa corporal (BMI por sus siglas en inglés) de 25 a 29.9 se considera sobrepeso. Un BMI de 30 o más alto se considera obeso.
Hasta uno de cada cinco niños en los EE.UU. está sobrepeso u obeso, y los números aumentan. Los niños tienen menos problemas de salud y médicos relacionados con la obesidad que los adultos. Sin embargo, los niños sobrepeso tienen un alto riesgo de volverse adolescentes y adultos obesos.
La Dra. Ballesteros indica que cualquier análisis de la epidemia de obesidad tiene que incluir tanto el papel genético como el ambiental. Por ejemplo, los niños hoy día pasan horas viendo televisión o jugando juegos de video, mucho más que en el pasado. Los estilos de vida sedentarios tanto con adultos como niños juegan un papel vital en la obesidad.
La genética, sin embargo, jugará una parte progresivamente más importante en la ecuación usada para batallar contra la obesidad, dice la Dra. Ballesteros.
Los estudios están ya enfocándose en miembros de la familia o un subgrupo que revoluciona la tendencia de la obesidad. No todas las personas obesas tienen la misma distribución de grasa en el cuerpo o sufren de los mismos trastornos de salud. Y no todos los miembros de la familia, en las que la obesidad es notoria, tienen un problema de peso.
Esta diversidad ocurre entre grupos de las mismas raíces raciales o étnicas, y aun de familias que viven en el mismo ambiente. Esta variación es un importante indicio de que los genes juegan un papel en el desarrollo de la obesidad.
“Puede ser genética, pero el tema de estilo de vida lo podemos tratar ahora”, explica la Dra. Ballesteros. “Si veo un patrón con mis pacientes, tomo una historia completa y investigo cómo y qué están comiendo. Con frecuencia, veo que los padres de mis pacientes ya tienen complicaciones por la obesidad, tales como hipertensión y diabetes. Pero también veo que se están volviendo más receptivos a mis sugerencias y están mejor educados acerca de los riesgos”.